Historia del cáncer

Para comprender bien una actividad humana hay que remontarse a sus orígenes, evolución y estado actual. Es decir, toda actividad humana tiene una historia precedente, un estado actual y un futuro. El cáncer, como actividad humana, también. En este artículo vamos a repasar 

¿Desde cuando se conoce el cáncer?

Ante todo decirle que el cáncer no es privativo de nuestra especie. Hay plantas con tumores locales. Los animales padecen cánceres semejantes a los humanos
(excepto los debidos a tabaco, alcohol, sedentarismo, etc, es decir, los llamados cánceres de la civilización).

Por otra parte, la historia del cáncer es tan antigua como la historia de la propia humanidad. En los documentos más antiguos conservados, ya se menciona el cáncer. El dato para nosotros más objetivo se encuentra en el papiro de Ebers, descubierto por el doctor Smith en 1872 y al que se atribuye una antigüedad cercana a los 3.000 años AC. En el mismo se describen ocho mujeres con
“bultos” en la mama. Una de ellas padeció, con toda probabilidad, cáncer de mama.

Hipócrates (460-375 a. C.) denominó carcinos a los tumores malignos. Propuso la teoría de los cuatro humores o líquidos (sangre, moco, bilis amarilla y bilis negra). , de cuyo equilibrio surgía la salud (eucrasia), mientras que de su desequilibrio (discrasia), surgía la enfermedad. Para Hipócrates, el cáncer se producía por exceso de bilis negra. Lo que hoy en día vemos como tumor primario, curable, a eliminar, para Hipócrates era el fin del proceso. La bilis negra se derramaba hacia el exterior. No convenía extirpar el tumor, que veía como final y no principio del proceso.

Galeno (129-200) siguió las teorías de Hipócrates. Estas teorías, junto a las enormes limitaciones técnicas de aquellos tiempos, hicieron que, hasta el Renacimiento, se tuvieran como auténticas, limitando cualquier tipo de acceso al tumor primitivo.

Concepto de prevención y la época en la que el cáncer se entendía como un castigo divino

En el siglo XVIII destaca poderosamente Sir Percival Pott (1713-1788). A él se debe seguramente más que a nadie en el desarrollo de la prevención en Oncología. En efecto, Pott fue el primero en exponer el concepto de prevención, es decir, la posibilidad de evitar que los agentes causales del cáncer contactaran con el individuo. El lo demostró con el cáncer de escroto (piel que recubre los testículos), de los deshollinadores. Ejemplos actuales lo tenemos, por ejemplo, en el tabaco.

De entrada, el cáncer fue temido como un castigo de dioses o demonios. Algo habría hecho el paciente para sufrirlo. Así, los enfermos con cáncer eran apartados y tenidos en cierta manera como los leprosos. Así es nada menos que hasta el año 1791 cuando Howard, pariente y discípulo de Pott, crea en la ciudad inglesa de Middlesex, el primer servicio de oncología en un hospital,
“una sala aireada en la que los pacientes puedan permanecer hasta que el arte médico solucionare sus problemas, o hasta su muerte”.

El microscopio y las células del cáncer

Virchow (1821-1902) liberó para siempre la Oncología de las teorías hipocráticas y galénicas sobre la bilis negra. Utilizando uno de los primeros microscopios observó que el tumor estaba compuesto de células y emitió su famosa frase: “Omnis cellula e cellula” (es decir, toda célula proviene de otra célula). Con Pott y Virchow se inicia la Oncología moderna. El cáncer se
puede prevenir, el cáncer se puede eliminar destruyendo todas las células que lo componen.

Además, en 1846 el doctor Morton descubre la anestesia y el doctor Semmelweiss, en 1847, la antisepsia, lo cual permitió a los cirujanos, ya liberados de las ideas restrictivas del pasado, acometer mayores empresas terapéuticas.

Radioterapia y Quimioterapia

A finales del siglo XIX el doctor Halsted (1852-1922) introduce la técnica de la extirpación radical de la mama (mastectomía), dando un importante salto adelante en la cirugía del cáncer.
En 1899, los esposos Marie y Pierre Curie, descubren el radium, que dará lugar al segundo tratamiento local (después de la cirugía) del cáncer, la radioterapia.

En 1920, el doctor Papanicolaou descubre el diagnóstico precoz del cáncer de cuello de útero, y da un paso de gigante en Oncología. Introduce la técnica que lleva su nombre, y que, por el simple análisis del moco vaginal, permite el diagnóstico in situ (curable al 100% de casos) en mujeres sin síntomas de enfermedad. Este, con toda probabilidad, es el descubrimiento más importante de la Oncología.

En 1940, el doctor Huggins descubre la hormonodependencia del cáncer de próstata, que dará lugar a la primera rama efectiva con medicamentos del cáncer, la hormonoterapia.
Por esta época nace la quimioterapia moderna. Dos farmacólogos norteamericanos, Goodman y Gilman analizan el posible efecto antitumoral de diversos productos utilizados con fines belicosos en la primera guerra mundial. La segunda etapa de la quimioterapia se dio en 1948, cuando el doctor Syned Farber prueba que un medicamento denominado aminopterina puede controlar la leucemia aguda infantil.

El cáncer en la tercera edad

En la década de los 80, el médico italiano Lodovico Balducci fue uno de los pioneros del estudio científico del cáncer en mayores. Aparte de otras muchas contribuciones escribió el primer libro dedicado a este tema y titulado Oncología geriátrica. Lo publicó en 1982.

La doctora Rosemary Yancik organizó, en el año 1987, la primera reunión sobre oncología geriátrica, cabiéndole el honor de ser la primera en reunir una gran asamblea para llamar la atención hacia el problema del cáncer en mayores.

Un año después, en 1988, el doctor B.J Kennedy, dentro de los actos científicos de ASCO (American Society of Clinical Oncology, la asociación más importante de oncólogos de todo el mundo), destacó y estimuló el estudio del cáncer en edades avanzadas. Esta Asociación ha jugado un importante papel en la promoción de estos estudios.

A pesar de estos progresos, las actitudes hacía el cáncer siguieron (y en cierta manera aún siguen hoy en día) de miedo e incertidumbre hacía una enfermedad cuya causa fundamental no se sabe. Los mayores en nuestros tiempos aún tienen en su memoria muertes de familiares cercanos y escenas de sufrimiento que quizás vivieron en su infancia o juventud y que son difíciles
de erradicar, pues han imprimido más su faceta emocional que la racional. Ello marca en gran parte su conducta ante esta dolencia.